Gauguin, el pintor enamorado de los Mares del Sur.

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«Acaso llegue el día, quizá muy pronto, en que me perderé en las espesuras de alguna isla de Oceanía para vivir el éxtasis, la calma y el arte. Con una nueva familia, y lejos de esta lucha europea por el dinero. Allí, en el silencio de las hermosas noches tropicales de Tahití, podré escuchar la dulce, murmuradora música de los latidos de mi corazón, en armonía con los misteriosos seres que me rodeen. Libre, al fin, sin problemas de dinero, podré amar, cantar y morir»

Con estas palabras el pintor francés Paul Gauguin, se despide de su mujer en 1890. Unos meses después embarca rumbo a Tahití iniciando un viaje que le lleva de la Europa del colonialismo, a las cálidas brisas de los mares del Sur.

Gauguin era hijo de Clovis Gauguin, un periodista antimonárquico y de Aline Marie Chazal. Cuando Paul contaba sólo con un año, la familia tuvo que huir a Perú tras el golpe de Estado de Napoleón III. Después de permanecer unos años en la casa de la familia de su madre (una peruana de ascendencia española) en 1854 regresó junto a su madre a Francia.

El joven Gauguin estudió hasta los diecisiete años, cuando después de suspender su examen de ingreso en la Escuela de navegación decide enrolarse, debido a su espíritu aventurero, en la marina mercante y a continuación en la Marina de Guerra francesa donde permanecerá hasta 1871. Siendo en esta época en la que descubre los mares del Sur, quedando para siempre prendado de su luminosidad, del color de sus aguas y de sus gentes.

En 1872 regresa a París y gracias a su tutor, Gustave Arosa, comienza a trabajar en la Bolsa de París. Gauguin no habría sido pintor de no ser por el crack financiero que lo expulsó de su oficio de agente de Bolsa.

Tras abandonar a su familia (a su mujer y a sus cinco hijos) decide dedicarse a sus dos grandes pasiones: pintar cuadros y viajar. Viaja por América del Sur y por la Polinesia francesa, huyendo del Paul Gauguin acomodado y aburguesado de traje y corbata en que se había convertido, criticando a las tiránicas y racistas autoridades coloniales francesas de la Polinesia.

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Después de muchas idas y venidas a las islas del sur y de desilusionarse al ver en estos archipiélagos a tantos funcionarios europeos depredadores y racistas, decide emprender a los 47 años su definitivo viaje a Tahití.

En Tahití busca los cuerpos dorados de las indígenas, la luz de sus aguas… pelea contra funcionarios y misioneros europeos que destruyen la cultura local. Entra y sale del hospital, donde lo clasifican como indigente; escribe mucho: libros, cartas, panfletos.

Es en esta época donde pinta sus cuadros más famosos: Días deliciosos, Las bañistas, Dos tahitianas, Jinetes en la playa… Allí muere a los 55 años, en compañía de un viejo brujo maorí y un pastor protestante.

Gauguin huyó de su mundo burgués y acomodado e intentó integrarse en la cultura y las formas de vida de los nativos polinesios.

«No nos preciemos de asimilar las costumbres, las razas, las naciones, de asimilar a los demás, sino por el contrario, alegrémonos de no poderlo hacer nunca; reservémonos así la perdurabilidad del placer de sentir lo Diverso”

Paul Gauguin, el pintor que se enamoró de los mares del Sur mientras navegaba con la armada francesa. Él vio la tranquilidad, el azul, la luz que irradiaban estas islas… todo era tan hermoso y conmovedor en estas aguas que decidió abandonar a su familia, para pasar toda su vida intentando volver a ver estos mares. Los mares del Sur.

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Vivir no es necesario, navegar sí

Paul Gauguin

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